Friday, November 18, 2011

Santiasco querido: Lo quiero rápido

Durante lo que va de este 2011 me vestí de revolucionario un par de veces para salir a echarle pata en la marcha estudiantil de turno (no, no soy comunista ni eco-terrorista ni nada, a pesar de cualquier comentario que pudiera emitir algún pelota que administre este blog, me incluyo entre los posibles pelotas) y me ha servido como un proceso de lato desarrollo para darme cuenta de un montón de cosas que me afectan, cosas que posiblemente podrían representar a uno que otro lector de este depósito de desechos literarios.

Pasa que me declaro un híbrido por completo: La raza santiaguina es apurada, estresada y tiene algo así como una fractura en la paciencia y el amor al ocio. Culpemos de estas cosas al bullicio de lo cotidiano, recorrer largas distancias para llegar a la casa - ojo, esto afecta tanto al proleta que tiene que recorrer desde Puente Alto a Maipú o viceversa, como mis amigos que hacen práctica o trabajan en comunas periféricas, así como a los jetones del sector más acomodado que se va a vivir a Lo Barnechea, Pirque o cualquier otro sector del corte hippielais- y a años de mamarse todos estos problemas. Yo por mí parte crecí en el norte, desde las tardes en los cerros de Antofa, caminando al lado de la linea del tren en Calama y desde el colegio por la playa hasta mí casa allá en Iquique. He decantado entonces en una especie nueva que tiene demasiada paciencia para Santiago y un neurótico impaciente para el norte. Camino por la calle en Santiago con la calma de un paciente operado de los nervios y eso pareciera alterar a los santiaguinos apurados que te hacen el quite por el costado, te miran por el hombro con furia y hacen un gesto negativo, como queriendo decir "cómo te vay caminando por este lado de la vereda, jetón, que el lado izquierdo es para recorridos de alta velocidad", pero no importa, de donde yo vengo, la cosa es así y somos lo más relajados. Por otra parte, voy a Antofagasta o Iquique, y tiende a apestarme la calma excesiva que bordea en inoperancia e ineficiencia (chaaa!). Una vez un amigo me pidió que le llevara a empastar su tesis y cuando hago el encargo, la mujer del local lo recibe y yo muy inocentemente me quedo mirándola como esperando que haga algo al respecto, y se nos da la siguiente conversación:

- ¿Qué necesita, joven?
- Ehh... necesito que hagan el empastado rápido.
- Es que nos demoramos igual.
- ¿Y cuánto se demoran?
- Como 3 días.
- Pero no me sirve, necesito que me lo tengan para lo más pronto posible.
- ... 2 días.
- ¿Eso es lo mejor que me ofrecen?
- Sí.
- Um, tengo que tomarlo entonces.

Lo chistoso es que una vez acordado esto, se queda parada en la misma posición, como mirando el vacío y con la tesis de mí amigo en el mesón, sin mayores intenciones de hacer algo.

Supongo que ya no soy el provinciano que pensaba ser, supongo que me estoy convirtiendo de a poco en un santiaguino, supongo que ahora quiero las cosas rápido.

Pero al tiro sí.
Seguir leyendo