Vacaciones de uno mismo

4 de octubre de 2009, Antofagasta, Chile.

Comienzo este post con sentidas disculpas para el lector que extrañó mis palabras (en realidad no creo que haya de esos, pero Camilo de vez en cuando me tiraba un par de chuchadas para que escribiera algo), no quise mantenerme tan alejado del sitio, fueron las circunstancias de la vida las que me pusieron en pausa.

Durante mi auto-exilio (que tiene mucho que ver con vacaciones forzadas) he pasado poco menos de un mes acá en Antofa, ciudad que me cobijó durante gran parte de mi vida, con mis familias: por un lado la familia sanguínea, a la cual adoro y hago responsable de casi todas las cosas geniales que me han pasado; así como con mis familias putativas compuestas de amigos, familias de amigos y parentelas sin relación alguna. Mi paso por Antofagasta ha sido muy gratificante, he podido hacer muchas cosas que no hago nunca, he pensado en la vida en general y he sacado conclusiones sobre muchas cosas. Creo que ahora hablaré de un par.

Primero: La conspiración cósmica que uno puede llamar “destino“. Me ha pasado algo genial acá, y he pensado seriamente en la serie de eventos anteriores a que yo llegara a Antofagasta. La secuencia de hechos que me trajo puede parecer azarosa pero al final estoy acá y no puedo pensar otra cosa sino que me correspondía estar acá, como si estuvieras en el lugar preciso, al momento preciso... siempre me gustó pensar que somos un montón de elementos aleatorios en un campo aleatorio y que nos corresponde a nosotros abrir los ojos para apreciar las oportunidades que la confluencia de circunstancias nos da para hacer algo con estas.

Segundo: He pensado mucho en los adjetivos “bueno“ y “malo“, y la aplicación de estos a nuestro actuar. Puede resultar muy drástico decir que algo es de una u otra forma, y nos tragamos con ellos un sin fin de eventos y problemáticas que determinan la vida. Los grises son algo real, los matices son parte de nosotros y me temo que ser muy duro, mediante la aplicación de estos calificativos, puede ser algo nocivo para lo que estamos viviendo. 

Tercero: La vida es demasiado corta como para no vivirla a concho y disfrutarla en toda su magnitud. Hay que superar las pequeñeces de la vida y estar dispuestos a vivir un día más como si fuera el último, porque eventualmente será el último día y si tienes tiempo, te sentarás, mirarás hacia atrás y te preguntarás si acaso hiciste todo lo que pudiste hacer, si le dejaste al mundo algo más que un bonito cadaver y si acaso tu nombre será recordado de alguna forma. Espero que cuando el día llegue, esté bien parado.

Compañeros:LA VIDA ES CORTA, ROCKEAR ES DEBER DE CADA UNO.

Abrazos del porte de Sudán.

Janzo.-